sábado, 31 de marzo de 2007

La Cruz y la Crucifixión

LA CRUZ Y LA CRUCIFIXIÓN

por el p. Mario Menghini

Lo que sigue podrá ayudarnos a vivir mejor la PASIÓN DEL SEÑOR en Semana Santa y en el ejercido del Viacrucis. La CRUZ, llamadas a veces sencillamente “MADERO” (Hech. 5,30) constaba de DOS elementos: uno fijado en el lugar del suplicio, un palo alto 4.50 metros con un peso de unos 90 kilos. Imposible de ser llevado por el condenado, muy debilidado por la previa flagelación. El condenado llevaba cargando en el hombro el travesaño, de unos 30 kilos. Por tanto, la imaginería que nos representa a Jesús cargando con toda la cruz, es imposible. Conocemos también perfectamente cómo los romanos realizaban las crucifixiones, por historiadores como Tácito, Suetonio, Flavio Josefo, Cicerón etc. Por tanto sabemos con toda certeza lo que hicieron a Jesús al crucificarlo. La CRUZ podía ser COMMISSA, en forma de una T, cuando el travesaño se colocaba sobre el palo vertical; o bien IMMISA cuando el travesaño quedaba como incrustado en una cajuela abierta en el palo vertica. Ésta fue la de Jesús como siempre se representa, puesto que la tablilla con las razones de la condena se colocó sobre la cabeza de JESUS. Luego, la CRUZ podía ser cruz ALTA ó cruz BAJA. En la cruz BAJA los pies del condenado quedaban casi al ras del suelo; en la cruz ALTA quedaban como a 1.50 m. de la tierra. Con Jesús utilizaron la CRUZ ALTA; pues, nos cuenta el evangelio que para alcanzarle el vinagre colocaron la esponja en la punta de una lanza (Jn 19,29 - Mt 27, 48 - Mc 15,36).


Los romanos acostumbraban llevar al condenado completamente desnudo camino al suplicio. En Palestina hacían una excepción por respeto al pudor que tenían los judíos. A Jesús, después de condenarlo a muerte, lo flagelaron y luego jugaron con él burlándose y coronándolo con espinas. Al momento de llevarlo a crucificar, le quitaron la grotesca clámide roja y la corona de espinas que no pertenecían a la sentencia oficial sino que habían sido ocurrencias de los soldados y le volvieron a poner sus vestidos. Pues, el evangelio nos dice que antes de clavarle en la cruz, le quitaron su ropa y la túnica (Mt 27,35; Jn 19, 23-24).


Jesús recorrió los 900 metros del camino al Calvario cargando el travesaño en que sería clavado, y la tablilla de pino de unos 60 cms x 30, con la inscripción “JESÚS NAZARENO REY DE LOS JUDÍOS” escritas sobre fondo blanco, con gruesas letras negras escritas en HEBREO, GRIEGO Y LATÍN ( hoy representadas en nuestras cruces con INRI) que luego sería clavada sobre la cruz, para que todo mundo supiera la razón de la condena. Un soldado le precedía tirando la tradicional soga atada en torno a la cintura de Jesús (NO en torno a su cuello). Rodeado por una centuria de soldados, armados con espadas y lanzas (todos a pie salvo los centuriones que iban montados) y “por una gran multitud” (Lc 23,27) curiosa y burlona, el Evangelio (Lc 23, 27-31) nos refiere que en cierto momento Jesús habló a un grupo de buenas mujeres quienes en la vera del camino estaban llorando, invitándolas a llorar NO POR ÉL sino más bien sobre ellas mismas y sobre sus hijos: mostrando así toda su ternura y preocupación por el tremendo castigo que pronto (sólo 40 años después) caería sobre la ciudad.


Es muy verosímil lo que meditamos en el viacrucis respecto del encuentro con su Madre santísima, el acto de La Verónica y las tres caídas. El Evangelio nos dice que el propio Centurión, al ver a Jesús tan debilitado, se vio obligado a secuestrar a Simón de Cirene (ciudad norteafricana) = el llamado cirineo. Este hombre regresaba muy tranquilo de su huerta, con sus herramientas al hombro, y no tenía nada que ver con lo que le estaba ocurriendo a Jesús. Fue obligado a llevar el travesaño de la cruz, aligerando así a Jesús. Cuando se redactó el Evangelio, años después, Simón ya se había hecho cristiano y sus dos hijos, Alejandro y Rufo, eran personas importantes en la Comunidad de Roma. Evidente regalo de Jesús, como un premio por el trabajo ignominioso al que fue sujetado cuando, secuestrado, tuvo que llevar la cruz en pos de Él.


El CALVARIO, pequeño montículo, estaba a unos cien metros de la puerta de la ciudad y tenía poco más de 5 metros de altura. Tenía exactamente la forma de una calavera que le había dado el nombre: GÓLGOTA (palabra aramea que significa “lugar del cráneo”, en latín “CALVARIA” de aquí “CALVARIO”).

LA CRUCIFIXION fue un tormento bárbaro inventado por los Persas y pasó a Grecia, Fenicia y llegó luego a Roma. Para los romanos era un castigo reservado a esclavos y a rebeldes capturados en guerra. Jamás se crucificaba a un ciudadano romano. Esta muerte ignominiosa, para los judíos representaba una verdadera maldición de Dios. Con tal muerte, los sumos sacerdotes quisieron ultrajar y hacer desaparecer el recuerdo de la imagen buena que el pueblo tenía de Jesús.


La crucifixión se realizaba: ó amarrando con sogas al condenado en la cruz, provocándole una muerte lenta y la pobre víctima acababa devorada por los buitres; ó si las autoridades o los verdugos tenían prisa y querían que el condenado musiese pronto, lo CLAVABAN en la cruz con largos clavos, que provocando heridas profundas, desangraban a la víctima que así moría en pocas horas. FUE EL CASO DE JESUS, pues Pilato enfadado tenía prisa de acabar con tal caso único en su historial político; los fariseos y los sacerdotes tenían prisa por ser ya la víspera de la Pascua y no podían aceptar que hubiese crucificados colgando de las cruces.


Los clavos no se ponían en la palma de la mano, sino entre los huesos de la muñeca.. La cruz no tenía tampoco ese descansillo para los pies como la imaginería representa a veces a Jesús pendiente de la cruz. Pero tenía algo así como un cuerno que servía para que en el se sentara el condenado en horcajadas. Los clavos de los pies fueron dos: en total, con los de las manos, 4 clavos de unos 13 centímetros de largo cada uno.


La crucifixión la realizaba un soldado especialista en la faena de crucificar gentes, un verdadero matarife profesional. Después de desnudar a Jesús, lo echaron al suelo extendiéndole los brazos sobre el travesaño. Con crueldad y rapidez, el matarife, sin ninguna piedad, le clavé las muñecas. Luego, 4 soldados (y ¡TODO ANTE LOS OJOS DE SU MADRE!) lo levantaron en vilo, haciendo encajar el travesaño en la hendidura prevista en el palo vertical clavándolo o amarrándoselo para que no se saliera. El cuerpo y las piernas de Jesús quedaron así colgando. Le extiraron las piernas contra el madero y las clavaron con los dos clavos. Hecho esto, retiraron las sogas y Jesús quedó pendiente, desnudo, malamente sentado en el cuerno, sufriendo y muriendo por nosotros.


En resumen: una muerte horrible en la que se concentraban todos los dolores. Algo macabro y horrible: todo por nuestro amor y salvación.


Jesús murió en menos de tres horas en medio de atroces tormentos, por el TOTAL desangramiento, la fiebre provocada por las heridas, el hambre, la sed, los millones de mosquitos atraídos por la sangre, las llagas, el calor, y por la asfixia y el paro cardíaco. TODO ESTO, LIBREMENTE ACEPTADO para mostrarnos todo su amor.



¡Adoremos al Salvador de los hombres que, muriendo, destruyó la muerte y resucitando, restauró la vida!

¡ TE ADORAMOS, OH CRISTO, Y TE BENDÉCIMOS PORQUE POR TU SANTA CRUZ REDIMISTE AL MUNDO Y A MÍ, GRAN PECADOR!
( Los que quieren profundizar más en su oración, además de los Evangelios, pueden leer con mucho provecho: Vida y Misterio de Jesús de Nazaret” de JOSÉ LUIS MARTIN DESCALZO, pp. 1097- ss. )

Tomado del boletín dominical de la Capilla San Vicente de Paúl, Año IV No. 26 11 de Marzo 2007

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